miércoles, 4 de junio de 2014

Viejos consumos en el cine nacional: El mejor papá del mundo (1941)

Los dilemas morales  en el ámbito familiar eran tema recurrente de las películas argentinas durante las lejanas décadas de 1940 y 1950. En el caso del film “El mejor papá del mundo” (1), la materia de marras tiene como eje central el vínculo entre un prestigioso abogado personificado  por  el  legendario  Elías  Alippi  y  su joven  hijo, encarnado por el no menos proverbial  Angel Magaña.  El muchacho,  recientemente recibido de bachiller y dispuesto a seguir los pasos de su padre, va descubriendo poco a poco el abismo existente entre la imagen idealizada que tenía de su progenitor y la dura verdad, muy diferente a sus ilusiones. A nuestros efectos prácticos, el mayor interés de la cinta no reside en la trama  sino en un par de fragmentos que exponen muy bien algunas pretéritas costumbres practicadas en los hogares de la alta sociedad porteña.


En líneas generales, este blog se inclina siempre  por los hábitos de consumo del tipo masivo y generalizado. Hoy,  no obstante, vamos a hacer una excepción teniendo en cuenta las invalorables imágenes que podemos observar en esta vieja obra del séptimo arte patrio,  que nos ponen frente ciertas conductas cuasi protocolares durante el momento de la cena en lo que parece ser una gran mansión de la época. A poco de finalizar sus estudios secundarios en un colegio  de  “pupilo”,  el  bisoño  mozalbete regresa al lujoso caserón habitado por su padre viudo y algunos sirvientes.  La imagen del caso expone el casi estereotípico panorama de una mesa enorme y alargada con dos únicos comensales ubicados en los extremos.   La araña colgando del techo  y  ciertos detalles de la ornamentación circundante nos hablan de un lujo austero, sin demasiado oropel. Ambos protagonistas conversan sobre diversas cuestiones mientras la cámara los enfoca  sucesivamente entre silenciosos sorbidos soperos y un metódico servicio del vino blanco en copas levemente oscurecidas y decoradas. (2)


Desde el punto de vista de la veracidad cronológica, la pregunta que uno se hace de inmediato es si tales costumbres eran auténticas, o si sólo se trata de una deformación histórica ampliamente difundida por el cine. Y la respuesta es contundente en favor del primer enunciado.  En efecto,  las familias pudientes de la primera mitad del siglo XX comían así de manera habitual, con sirvientes, mesas alargadas y toda la ceremonia del caso (3). Si el evento era de dos personas (por tradición, el matrimonio titular), éstas se ubicaban en las puntas de la mesa.  Llegado  el  caso  de  un  mayor  número  (hijos, familiares, huéspedes, invitados) se iban llenando las vacantes laterales, casi siempre de acuerdo con un esquema preestablecido según  la importancia, el sexo y la edad de los mismos. Volviendo a nuestra pieza cinematográfica,  el protocolo se rompe cuando el joven Magaña dice: “viejo, esto no será muy correcto, pero yo me mudo”. Acto seguido transporta todo su servicio de mesa arrastrando el mantel individual hasta situarse a un costado de su padre, tras lo cual solicita al empleado doméstico que los atiende: “Pedro, desde mañana me pone aquí el cubierto”. El  jefe  de   la  casa  lo  respalda  ordenando inmediata y bondadosamente: “hágale caso” y el enfoque continúa con lo que parece ser, por color y textura, una pieza de pescado.


Pero no todo culmina allí, dado que el viejo mayordomo se acerca  a la mesa teléfono en mano (un verdadero lujo si tenemos en cuenta que debía contar con largos cableados transportables por toda la casa) a la voz de “señor, lo llaman por teléfono”. El prestigioso letrado contesta  “haga servir el café en el escritorio”   y nos brinda la oportunidad de observar otra usanza  masculina propia de aquel período en los hogares solventes, que era hacer la sobremesa cafetera (generalmente con un coñac u otra bebida alcohólica bajativa) en dependencias ajenas al comedor propiamente dicho. La oficina en cuestión vuelve a mostrar al padre y el hijo charlando entre bártulos y decoraciones de estereotipo al estilo de nutridas bibliotecas y sólidas armaduras, café y habano mediante.


Hemos repasado así pretéritas  modalidades  de consumo en un contexto social distinto pero igualmente estimable por su validez histórica,  y  todo  gracias  a  una  antigua producción del celuloide argentino.

Notas:

(1) Breve ficha técnica: “El mejor papá del mundo”. Dirección: Francisco Mugica. Guión: Sixto Pondal Ríos y Carlos Olivari. Intérpretes: Elías Alippi, Angel Magaña, Nury Montsé, Hugo Pimentel. Estrenada el 14 de Mayo de 1941.
(2) En aquel tiempo, como mucha gente recuerda, el vino blanco era servido en copas de cáliz color verde. Casi con seguridad, ese “oscurecimiento” del cristal que se aprecia en la cinta blanco y negro responde  precisamente a eso.


(2) El entorno puede parecer absolutamente irreal para las progenies más jóvenes, ya que no son muchas las creaciones del cine contemporáneo desarrolladas en semejantes ambientes. Las generaciones intermedias argentinas  a las que pertenece el autor de este blog tuvieron una referencia paródica a mediados de los años ochenta gracias al recordado sketch de Perkins, el mayordomo, protagonizado por Alberto Olmedo junto con Susana Romero y Adrián Martel. Viendo hoy las imágenes respectivas se nota la similitud entre la oportuna decoración utilizada en aquel exitoso cuadro televisivo y las secuencias del viejo cine vernáculo: candelabros, cortinados, etcétera.


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